Nos gusta jugar. Los seres
humanos o el amago de lo que pretendemos
ser, nos hace mirarnos así. Somos quizás más humanos, a través del juego en el
que evocamos una nueva versión de nosotros mismos. En ocasiones mejor, mientras
que en otras, se asoma peligrosamente y de forma garrafal, a un devenir difícil
de retornar. El daño que hacemos, nos lo guardamos, por pura inconsciencia o
por la más absoluta inconsistencia de las horas que robamos a la noche y que
desdoblamos, sin que nadie nos dé una verdadera razón del origen de todo.
Juego, juego y más juego, mientras descansamos, dormidos o despiertos, en los
albores de la noche o de alguna madrugada.