lunes, 5 de diciembre de 2016

LA CIUDAD SUMERGIDA



A la memoria de las viejas tabernas, dijo Alan en voz alta. Lo hizo brindando por todo lo que se había esfumado en un simple chasquido. Alzó la copa frente al espejo y sintió un escalofrió al ver su imagen reflejada. El espejo le regaló la viva imagen de su padre y el asco le recorrió por completo. Al salir del bar el viento de poniente le golpeó, pero lo agradeció. Regodearse en el dolor se había convertido en un bálsamo. Aquél viento de mierda parecía desafiarle, aquél viento junto con su pariente el levante, que arrasaban con todo lo que le importaba. Los árboles centenarios y los bancos le invitaban a continuar, mientras que las grúas del puerto y el mar, le invitaban a abandonar aquél baile sin sentido. Un pensamiento le llevó a Max y sin saber por qué sacó aquella pequeña libreta de color rojo que él le había regalado. Volvieron por un momento aquellos días en Amsterdam antes de que él se marchara.Al principio le llegaban datos sin sentido, pero poco a poco la ciudad que tanto había odiado junto a su gente comenzó a contarle su historia. Cádiz 1 de Noviembre de 1755...

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