jueves, 19 de diciembre de 2013

LLAMARADAS




Subió a la terraza de aquél majestuoso lugar y se imaginó a su madre con el abuelo en otro tiempo de una época de aromas intensos y colores más tenues. Entonces, era Correos, ahora sede del Ayuntamiento.
Imaginó por un momento las distintas caras, los diferentes atuendos y tantas formas de  vida como personas que habrían pasado por allí, en días de verano o en cada cambio de estación  e incluso se trasladó cualquier Navidad desterrada al exilio.
Vidas paralelas; vidas fantásticas, vidas tristes , grises. En definitiva, cruce de caminos como siempre.
Aquél domingo de diciembre hacía demasiado frío y la cola para ver el belén era tan tremenda, que la chica de la bufanda con forma de boa, desistió ante la idea de una hora en pie sin un triste café aterida y más confundida que cualquier largo domingo invernal .El frío aturullaba su pensamiento y el sinfín de madejas se hacía insoportable. Dispuesta a matar el tiempo , decidió coger el ascensor hasta la terraza como mejor lugar donde refugiarse del ritmo de la ciudad y  donde  pensar mejor para aclarar esa amalgama de ideas que iban y venían y la iban devorando poco a poco sin piedad. Allí ante la ciudad y su inmensidad todo parecía menos lúgubre y sus problemas más minúsculos, como los taxis que veía y las personas transformadas en pequeñas hormigas sin más.
Eran días extraños en los que la indecisión y el no saber qué hacer con su vida eran el pan de todas y cada una de sus mañanas.A su alrededor todo parecía tener movimiento, pero ella no. Todo su mundo, paralizado. Su trabajo, su relación...cada paso que daba hacia adelante, eran cuatro en sentido inverso, como si se hubiera prestado algún proceso de criogenización que no recordaba.
Comenzó a dar vueltas y más vueltas entorno a aquella variopinta exposición mientras esperaba que el ascensor descargara al grupo de turistas para hacer el recorrido por la terraza. En aquél momento deseó meterse en una de aquellas fotos y trasladarse a otra época, o convertirse  en un personaje de cómic en ese trozo de un Madrid ya inexistente plasmado en aquél gigantesco cuadro.
Tomó algunas fotos como siempre hacía, sólo para estar segura de que había estado allí, pues con frecuencia perdía la memoria. Quizás esa había sido su salvación. Las fotos eran lo que ella necesitaba. Formas imposibles, poses estudiadas y ambiente del mundo de la moda de los ochenta y principios de los noventa.
En principio, sólo  había huido de la exposición dedicada a una duquesa, situada en el sótano. Los servicios estaban allí también, hecho que consideró realmente apropiado.
 En cada planta observó distintas estampas. Grupos de madres en sillones cómodos de colores haciendo punto, dos chicas leyendo el periódico junto a un termo de café y el chico que miraba fijo hacia el árbol que presidía la entrada: sobrio, sereno... aburrido. El chico por su parte, observaba todo con una atención inusual aunque con aire despreocupado, como si hubiera visto ya todo y nada le sorprendiera. Abajo había una chica haciéndose fotos y parecía apunto de desplomarse sobre aquél árbol tan triste que sólo ella parecía  alegrar con sus colores y sus risas que olían a licor de almendras y a cerezas empapadas en alcohol, como el rojo de sus mejillas.
El ascensor estaba lleno, así que tenía que esperar. Se sentó pacientemente en un sillón tan vanguardista como socarrón ,pues pareció engullirla. No podía ser peor, no sólo estaba hecha un lio, sino que después de que le registraran el bolso para entrar y le hicieran volcarlo ,ahora aquél puñetero sillón parecía querer tragársela de una vez. Curiosa paradoja, pensó, mientras deseó como nunca respirar aire fresco y fumarse un cigarrillo. Miraba sus zapatos burdeos atados al tobillo sin olvidarse del ascensor, que controlaba de vez en cuando entre bostezos. El ensimismamiento duró poco, pues el chirriante ruido del ascensor le hizo dar un brinco, cerrando sus pensamientos de un plumazo. Entró canturreando, hasta que advirtió que no estaba sola y soltó una risita nerviosa. Al darse la vuelta advirtió que el habitáculo era más grande de lo que pensaba y alguien la miraba desde el extremo con atención. Se miraron a los ojos como si no hiciera falta hablar.

_Hay que subir un trecho andando y da un poco de vértigo, ¿ te gustan las alturas?_ dijo el chico.
Su cabeza iba a mil ,así que  dentro de su desorden trató de ordenar lo que iba a decir para no desentonar demasiado con aquellos ojos de color dorado y esa media sonrisa con hoyitos a los lados.
Se acercó a él con cierto aire desafiante  más que fingido y le miró fijamente sin titubear, mientras pronunciaba palabras que no parecían  salir de su boca. El chico la miró perplejo, no podía creerlo. Hacía tiempo que nadie le sorprendía tanto ni le hacía reír en tan breve periodo de tiempo y en un espacio salido casi de una película como "Cube". El chico tiró de ella con fuerza  para besarla, pero antes de que pasara, las puertas se abrieron y el vigilante de turno ,con la mínima simpatía, les señaló el camino a seguir. Subieron peldaño a peldaño por aquella estructura tan angosta y poco fiable, cada vez más cerca el uno del otro. Apenas podían respirar cuando llegaron y el aire frío de uno de los inviernos de Madrid les cortó la cara y les hizo brotar pequeñas lágrimas de frío. A sus pies, Cibeles y los tejados de pizarra  recortando el cielo de la ciudad ,se fundían con todas las historias  de siglos. El ,apuntaba divertido cada punto clave señalado en la cornisa; pero  era un mapa diferente, no apuntaba hacia ninguna iglesia o  palacio recortado en el horizonte. Él ,dibujaba mapas en cada parte de su cuerpo, palmo a palmo devolviéndola a la vida, que había estado dormitando  durante al menos dos siglos.
Parecían vivir y morir al mismo tiempo, quizás eso fuera amor, o sólo otro interrogante que añadir a sus banales existencia. Solos en aquella cornisa ,mientras  un cielo con ganas tronar y los tejados de las torres que se aburrían observaban embelesados. Mientras hacían el amor, Cibeles y Neptuno,
también tuvieron un encuentro...nada casual.

4 comentarios:

  1. Testigos de excepción del amor prohibido de dos estatuas en el centro de Madrid .

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    1. ¡YA TE DIGO!Me pregunto qué harán cuando la ciudad duerme...

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  2. una aventura aburrida que acabó maravillosamente

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    1. NUNCA SE SABE CÓMO PUEDEN TERMINAR LAS HISTORIAS,YA VES!

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