jueves, 31 de diciembre de 2015

EL VERANO DE LA SAL EN EL CASTILLO



Quizás fue un sueño, aún no lo sé. Había dejado mis zapatillas rojas atadas a aquella valla de color blanco que se resquebrajaba por algunos lados más que otros al antojo del viento de levante.
Una vez más ,yo bajaba con aquél vestidito blanco que se agitaba a merced del aire extravagante de aquella costa impredecible,haciendo que se pegara a mi ropa como una segunda piel o regalando al siguiente minuto un nuevo movimiento gravitatorio salido de otro planeta,que me daba la exquisita forma de parecer no llevar nada puesto.
Había bajado hasta La Barrosa aquella mañana del mes de Septiembre como guiada por un impulso, como si mi vida se fuera a  acabar de un plumazo si no hacía lo que aquél ente en el aire me pedía.
Bajé lentamente hacia la playa que estaba envuelta en un velo de arena y vi que las rocas y la casa que se alzaba sobre ellas seguían en pie.
El estaba sentado, resguardado de todo el temporal, pacíficamente sobre una toalla azul cian. El paisaje no era halagüeño y sin embargo ,una sensación de paz y de calma me invadió.
El chico de pelo ceniza se giró al leve movimiento de mis pasos firmes sobre la arena e
hizo un ademán con la cabeza ordenándome asiento.Acto seguido comenzó a escribir algo sobre la arena sin mirar, con la vista perdida en el castillo que parecía hundirse con cada nueva embestida de las olas bajo el mar.
Cuando terminó ,me miró con tal intensidad que pareció derretirme,pero la mueca de su boca a pesar de los intentos de ocultar un dolor escondido, había engullido aquellos hoyuelos y la sonrisa de todas las tardes de Agosto.
Fernando había llegado por causas del azar a aquél pueblo costero ,lleno de secretos. Las apuestas sobre su pasado se resolvían en las clases de bar y de billar o en las horas de buceo en el club. Todo el mundo parecía tener la verdad bajo la manga y Fernando sólo sonreía con aquella perfecta diastema y repartiendo aquellos cigarrillos que traía de su país. Asentía, decía algo aprendido en castellano  y dejaba a todos con la duda y la palabra  en el aire. Aquello le divertía a la vez que le revolcaba más en la inmensa soledad de aquellos días sin poder compartir con nadie lo que tanto deseaba y le aterraba a la vez.
Durante varias semanas que pasaron como la velocidad del rayo,yo,me dedicaba a observar en la distancia  sus movimientos y me deleitaba con lo que no se parecia a nada de lo conocido hasta entonces; y que a la vez ,llevaba escrito en alguna de mis fugaces estrellas.
Fernando generaba desconfianza. Era alto y desgarbado y de naturaleza eléctrica. Pocas personas he conocido con ese poder a lo largo de mi vida, pero creo que la gente de allí con sus costumbres y supersticiones en parte le temía por algo que yo desconocía, o quizás sin ser especialmente guapo, aquella sonrisa desarmaba a cualquiera.
Teníamos amigos comunes pero nunca coincidíamos a pesar de mis intentos. Aquella primera tarde de tedioso aburrimiento, cogí la bici de Julio y bajé sola hasta la playa. Pedaleé tan deprisa como si quisiera estrellarme entre aquellos pinares tan majestuosos y a la vez tan agoreros.
Empezaba a nublarse cuando llegué a la playa. Solté la ropa deprisa junto a mi mochila marrón sin sacar la toalla y me dirigí al agua. Era una oleada de sensaciones, como si necesitara que aquél agua salada me bautizara a otra vida menos calmada y a la vez perfectamente diseñada para mí. Comencé a nadar y poco a poco me sentí pez.
Miré a lo lejos para ver si mis cosas estaban donde las había dejado y le vi a él. No sabía que hacer y mucho menos qué hacía allí, sentado junto a mis cosas. Decidí salir con aquél hervidero en mi cabeza y lo más derecha ante mi vulnerabilidad. Me sentía pequeña ante mi delgadez ,pues él parecía ver a través de ella cada estancia de mi alma. Desafiante le pregunté que qué hacía allí con mis cosas y quitándose las gafas de sol me miró sonriendo mientras me decía con su acento noruego-Estoy cansado de verte por ahí y no encontrarte-
Nadie me había dicho nada tan raro y me echée reír nerviosamente ,mientras  el chico hurgaba entre mis cosas y me pasaba la toalla que había en mi mochila de cuero. Me senté a su lado esperando que no se notara el nerviosismo que provocaba aquella corriente eléctrica y me presenté divertida,pero aquello se esfumó cuando acto seguido pronunció aquellas palabras que hicieron que por un instante deseara que me tragara el mar:
"He visto qué cosas escribes sobre yo", nadie mira como tú", soltando una carcajada .
Le miré sin saber qué decir y me encogí de hombros restando importancia.Bueno,no te creas todo, los escritores mentimos mucho".
Pero él no estaba allí ya. De repente miró al horizonte y su semblante envejeció por un instante.
Aquello me hizo estremecer y el cielo me mostro sus garras afiladas,pero de nuevo al mirarme ,hice caso omiso de todo y desde aquel momento, dejamos de ser humanos.


-

2 comentarios:

  1. Harto de verte y no encontrarte. Pues tiene mucho sentido.
    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Es una gran frase,la memoria es caprichosa y la imaginación aún más jajaja Muchos besos

    ResponderEliminar