martes, 2 de septiembre de 2014

DESMONTANDO AL SEÑOR DUBREILL



Descubriendo a Alan veo retazos de mí en un reflejo de sus ojos azules. Pasando las páginas me subo a ese taxi con olor a rancio y suele pasar lo de siempre: que o me toca el taxista protestón al que no me apetece escuchar o el desagradable que me tiene que decir dónde no le molesta recogerme y te trata con una condescendencia que lleva impreso en las palabras que brotan..."claro, no se te puede pedir más, eres mujer".
Alan se habría sentido desconcertado y abrumado hasta la aparición de Dubreill y habría actuado como yo por no enfrentarse ni llevarse un mal rato desde por la mañana, pero...¿y si te quedas como Dios después de replicarle a todo y encender al malhumorado? Se me enciende una pequeña mecha de satisfacción como el día en que el enfermero malinterpretó mis preguntas y reaccioné como antes no lo había hecho con un completo desconocido, diciendo todo lo que pensaba;porque a veces la educación y la prudencia te juega malas pasadas en esta jungla. Eso y la timidez que todavía de vez en cuando vuelve, pues va en el ADN grabada. La suerte que con la práctica todo va mitigando, así que sólo queda practicar y jugar
Lo que no sé quién será mi objetivo para superar "los apuros" y quién caerá en mis manos ese día y sea preso de mi broma o mi forma extraña de actuar sin que luego me importe lo que piense. Eso sí será indoloro aunque desespere. Yo por lo pronto más bien tarde hoy me dirijo a por café y un duchazo y me pongo en ruta como Alan, mi réplica masculina. Pero quiero ponerle cara y voz a mi particular Dubreill...¿ existirá o como casi todo, será fruto de mi imaginación?
Lo que pasa es que los hijos únicos...no sabemos parar con la cabeza y estamos un poco loquitos...jajsas
 
 
 
*Lo que acontece tras leer a Laurent Gounelle en "No me iré sin decirte adonde voy"

No hay comentarios:

Publicar un comentario