miércoles, 19 de noviembre de 2014

ELLOS TAMBIÉN TIENEN CIELO


Pim me miraba con aquellos ojos inmensos en infinito. En infinito porque así era su ser e infinitas las preguntas que poblaban su cabecita en forma de huevo.
Había sido un año lleno de baches y cuando brindaron aquél Año Viejo para saludar al recién estrenado, él sintió un desasosiego con el que no había contado y que no se contemplaba en su raza.
Dejó a la familia envuelta en aquella burbuja y se echó a un lado para pensar en lo ocurrido, aquél acontecimiento tan celebrado le había llenado de resquemor. Husmeó en la cocina que aún olía al magnífico asado y estiró su boca de extraña felicidad y por un instante olvidó el mal augurio que vaticinaba.
Ni siquiera supo cómo llegó a su pequeña habitación porque los festejos y el calor del hogar fueron poco a poco adormeciendo sus sentidos y cada parte de su diminuto cuerpo.
Al amanecer, fue el primero en levantarse y ansió el aroma del café que Lana preparaba cada mañana. Los restos de la decoración refulgían aún en el mantel y de nuevo reparó en el extraño suceso de la noche anterior.
¿Por qué se sentía tan extrañamente humano?
Los pasos ligeros de Lana le despertaron de su filosófica pregunta; la chica preparó el café y se sentó en la mesa no sin antes mirarle a los ojos. Entonces supo la verdad, que apenas le quedaba tiempo.
Sintió no haber paseado por aquellos inmensos parques que centelleaban en aquella especie de caja cuadrada con luz que atontaba a veces a todos y no ver París; ya  sólo quedaba asumirlo y resignarse 
a un futuro que siempre ideó más lejano.
Lana le miró y le hizo un guiño Empezó a revolver la casa y sacó un artilugio realmente extraño que jamás había visto.
Se trataba de una caracola gigante dispuesta de un circuito eléctrico y un cableado que parecía irreal de sofisticado. Pim jadeó asustado pero se dejó hacer.
 La chica empezó a colocarle pequeños imanes a lo largo del cuerpo y mirando a los ojos de su amigo con una pícara sonrisa apretó un botón transparente que apenas se veía sin unas lentes especiales.
En contra de lo que pensaba ,aquello emitió una música celestial y el magnífico Golden retriever
sin más dilación y sin tiempo real para darse cuenta de lo que pasaba, se vio  en una colorida ciudad que se parecía tanto a la Ciudad de la Luz que recordaba de las películas que tanto le gustaban ,sólo que en tamaño mini, como él. Observó sus patas con atención y se carcajeó al verlas reducidas al tamaño de las de un diminuto Chihuahua, pero nada le importó. Miró hacia arriba y le lanzó un infinito beso a su dueña, porque entonces comprendió que aquél era su regalo de Navidad y se sintió reconfortado al saber que ella siempre estaría a su lado aunque él no pudiera verla. Suspiró nostálgico pero feliz ,estiró sus patas para destensarse y habituarse a su nuevo tamaño y se dirigió a los canales para coger el primer bateau bus que le mostrara aquella ciudad de aromas y colores imposibles fabricada con el tejido de los sueños de aquél humilde perro convertido en viajero del tiempo.

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