lunes, 3 de junio de 2013

LAZOS ROJOS

Anoche divagando a horas en las que el cerebro no da para más y está ausente de toda la lucidez necesaria, pensaba en la historia sobre el hilo rojo que nos une a los demás. Me gusta pensar en ello cuando alguien de repente al que has estado tremendamente unido y con quien has compartido muchos momentos importantes de tu vida, desaparece sin más sin las suficientes palabras o mecha que haga detonar para siempre cualquier relación. O están esos momentos en los que  de repente vuelves a quedar tras un tiempo  con alguien y te das cuenta de que ya no tienes nada en común y de que las cosas ya simplemente no funcionan como antes. Cada persona está en tu vida por un tiempo en el que aprendes y en el que tú también aportas cosas. Tras muchos cambios de ciudad, de casa, de colegios donde era difícil encajar y conservar amigos yo ansiaba tener esa amiga que siempre había estado en mi vida, compartiendo confidencias, risas y pudiendo hablar de cualquier cosa...porque hay amigos que sólo son para ciertas cosas y ciertos momentos. Quizás por ser hija única y haber pasado ratos de inmensa soledad siempre he valorado la amistad, me ha gustado que mis amigos se conozcan entre sí además de lo importante que para mí ha sido siempre que supieran que podían contar conmigo y la necesidad  de saber que ellos estarían para mí si los necesitaba de verdad.
La realidad es que últimamente muchos de esos amigos incondicionales están lejos, esos con los que puedes reir hasta que se te salten las lágrimas y que no van a huir si estás por los suelos y no tienes ganas ni de abrir el pico ni de mirarte al espejo del alma.
Pues bien, el día que conocí a María José hubo algo especial, ella no estaba para entrar en aquél curso y sin embargo allí estaba. Nos hicimos inseparables y a pesar de que ella vivía en un pueblo estábamos todos los días en contacto. Siempre muertas de risa y con muchas cosas en común. Una, que como contraste   siempre está en las nubes imaginando  cómo mejorar su vida...le aportaba tranquilidad y le hacía ver que sus problemas no eran para tanto, y ella ,me ayudaba a hacerme a la idea de todo lo que se me venía encima con la  inminente muerte de mi madre .
 Me ayudaba a serenarme y a entender que tenía que quedarme con todo lo bueno que había vivido junto a ella, de que el hecho de que había estado a su lado y de mi fortaleza me ayudaría en las horas más negras. En esos momentos tuve la hermana que no tenía y el apoyo femenino que necesitaba y prometió que estaría siempre a mi lado, pero nunca fue así. El lazo se fue quebrando sin yo saberlo, sin notarlo. Intenté preguntarle y saber qué le había pasado porque quizás en aquella marea yo no era yo y cualquier cosa podía escapar a mi entendimiento, pero tampoco hubo más. La encontraba rara, esquiva y las risas ya sólo eran mías...sólo eran importantes sus cosas y sus oposiciones, ni siquiera había tiempo para un café o un desayuno antes de empezar a estudiar.
Nos despedimos una tarde previa al puente de la Constitución, merendamos cerca de su casa y quedamos en vernos para hacer algo juntas en Navidad antes de volver al pueblo y ya no nos volvimos a ver.
Supongo que le tocó aquél papel, el de sostenerme en aquellos momentos en los que apenas veía a mi pareja y en los que no tenía a nadie más...y el hilo se cortó.
Hoy casi dos años después sé que quizás la abrumé para su juventud y su vida tranquila con mi torbellino de vida y que además se abrió conmigo como con pocas personas hasta donde fue capaz. Sé que con más personas hizo lo mismo y que tras un periodo así vuelve a su caparazón y se cierra por completo a nada que tenga que ver con compartir ni con sentir amor o amistad
Ya no me da pena, ni rabia...simplemente lo dejé ir como un barco de papel en un estanque y me quedo con lo que aprendí.
Aprendí a tomarme mi tiempo para las cosas ,a mirar de otra forma a encontrar cierta magia a la vida cuando se hace espesa, pero a veces esos lazos rojos tienen su momento.
Volví a tener noticias de casualidad e intenté hablar con ella sabiendo que nunca volveríamos a tener la misma confianza, pero tampoco fue posible. Nunca he sabido qué es lo que pasó, pero simplemente dejó de tener interés y supongo que cuando ya se asentó aquí conoció a otra gente que iba a su ritmo sin grandes problemas ni preocupaciones. Una vida acorde a los veinticinco y no como la mía que con poco más de treinta me había  tocado vivir a destiempo.
Unos lazos rojos se tensan,se enrollan,tiene nudos y vuelven de nuevo a su ser; otros se rompen irremediablemente,pero ya no busco explicación...sucede sin más y yo me quedo con lo mejor.

4 comentarios:

  1. He estado buscando un escrito q canina por ahí, otro no lo he encontrado.....
    pero bueno, viene a decir a veces los amigos son ángeles que en un momento llegan a nuestras vidas para socorrernos...
    y con eso tenemos que quedarnos, con lo bueno de cada momento y tener siempre las puertas de nuestro corazón abiertas a nuevos ángeles

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La verdad es que es una lástima pero todo tiene su tiempo de caducidad.Ya pasado el trago y el desconcierto,me quedo con lo que tú dices y en aquél momento fue una tabla eso no se puede negar.Y sí nunca se sabe a quien puedes encontrar en el camino!

      Eliminar
  2. Los hilos rojos se van fortaleciendo con el uso pueden acabar en verdaderas maromas rojas que aunque no se vuelvan a mover nos mantienen atados de por vida. Pero de un hilo a una maroma hay una variedad enorme de cuerdas. Todas no pueden salir buenas pero la edad, la experiencia, nos hace saber que tipo de cuerda usar en cada ocasión. Por su puesto con un amplio margen de error.

    (Mucha metáfora me ha salido aquí)

    ResponderEliminar
  3. JEJJEJEJE ¡DESDE LUEGO !ÚLTIMAMENTE DECIDO HACERLE MÁS CASO A MI INSTINTO QUE NO ME FALLA TANTO PERO LUEGO POR DAR OPORTUNIDAD LA CAGO.DE TODAS FORMAS A VECES TE SORPRENDES, EN UNOS CASOS PARA BIEN..ESTE FUE UN DESASTRE MUY INESPERADO

    ResponderEliminar