miércoles, 20 de agosto de 2014

INCÓGNITA


Llevo todo el día buscando a Max, pero ya no sé dónde buscar. 
Apareció de repente a las cuatro de la madrugada muy nervioso y se desplomó en una silla con la necesidad de contarme lo que le atormentaba. Parecía con su melena y su porte un caballero que venía  de batallar y que había perdido su reino.
Hablaba de todo lo que había luchado en aquél pequeño periódico en otra ciudad y me hablaba de Lara. Ella y yo éramos bastante amigas ,por eso no entendía que fuera yo la primera persona con la que quería hablar. Me encogí de hombros y preparé café a la par que trataba de serenar, no sabía muy bien si a él o a mí,aunque aún algo aturdida y adormilada apenas podía hablar.
 Vi el miedo en sus ojos y mientras echaba en la taza los azucarillos y removía, un cúmulo de sensaciones se apoderó de mí. Pensé en lo poco que a veces conocíamos a las personas y en los muros absurdos que en tantas ocasiones hacían imposible que las cosas avanzaran.
Y allí estaba yo, expectante y calibrando las palabras y mirando a aquél chico de aire rudo y desafiante que ahora despoblado de todo aquello empezaba a mostrarse como de verdad era y estaba empezando a gustarme. Un poco más de café y al fin cuando iba a empezar a hablar, Max se empezó a desdibujar. Se fueron consumiendo sus labios gruesos , sus ojos castaños fueron al humo del café perdiendo el brillo y se quedaron velados y el pelo largo se evaporó en manojos con el viento que entraba en aquella sala tras la fina cortina que ocultaba la ventana. Observé el color azul grisáceo de mi vieja ventana y cuando miré, él ya no estaba. En el aire sólo quedó olor a tinta y un eco repetía en mi mente unas palabras que no entendía y que cuando he despertado se repetían y nombraban una carta.
Al amanecer, he ido a caminar y he buscado a Max. He preguntado por ahí si alguien le ha visto,pero nadie sabe quien es. Algo me dice que le tengo que encontrar y que algo ha sucedido con él. Nada más despertar he recordado su  cara, su expresión y he pensado en llamar a Lara, su novia. 
Había cambiado de número ,pero aún así, lo recordaba de  memoria. Nada más marcar, una voz triste y opaca ha escupido que ese número no existe. Me han dado ganas de repetir pero no he tenido valor, porque sé lo que voy a encontrar al otro lado...nada.
Intento pensar en por qué se ha podido marchar, pero elucubrar no le va a traer de vuelta. Y no sé por qué, pero he pensado ir a la antigua casa de los abuelos y abrir el viejo buzón roñoso y pintado de verde. Quizás, allí en el pueblo, encuentre respuesta  a todo esto.
 

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