miércoles, 12 de marzo de 2014

¿SABES A QUIÉN TE PARECES?...PUES YO NO QUIERO PARECERME


Aguanto sonrisa en cuarto menguante, pero no es por falsear realidades, ni por timidez.
Sostengo las palabras que brotan de bocas ajenas, unas las conozco de tiempo, otras me sorprenden por lo inverosímiles.
No regalo oídos y menos cuando para mí fue lo contrario; y sin embargo, me mantengo firme cuando te nombran a quienes no ves desde unos lejanos años de adolescencia en otra ciudad. Y te mofas, pero por dentro, cuando te sacan parecido con personas que llevan tu apellido y que en tu vago recuerdo apenas reconocerías ya si te los encontraras.
 
Todo es relativo, extraño, cuestión de perspectiva...
 
Estás delante y cuentan tu historia y asientes mientras tu mente se eleva a más de mil pies de allí. Te parece una película en blanco y negro, la vida de otra o la mía. Ya no lo sé, bostezo para captar de nuevo atención cuando llegan los parecidos con los demás. Nos encanta comparar, para bien o para mal. Las bocas murmullan a su antojo y según su prisma..."ella es más guapa, más ancha, más alta, delicada como su tía y su prima". Y yo no lo sé, pero creo que se equivocan, que sólo me parezco a mí, que hicieron una pócima y me tuvieron en una marmita hasta que salí yo. Creo que nací ya con gafas de intelectual y con vaqueros y con montones de libros y discos rodeándome, esperando a que asomara la cabeza por algún lado.
Las bocas siguen y pienso en los que estuvieron siempre, en los que me quisieron y en los que tenían la ternura que había necesitado.
 
Cada cuál tiene su prisma, sus tablas de valores y ya no me importa que me digan a quien me parezco, aunque no me guste y pueda llevar una leve y efímera verdad entre líneas. Pero, lo que sí es cierto es que nunca tendrán mi respeto quien juzga a alguien a quien n han visto en veinticinco años por cosas que han escuchado de la boca de quien lavaba su imagen, aunque fuera a costa de quien sólo vivió lo que entonces le tocó ...que era ir con la casa a cuestas y salir adelante con mamá y la ayuda de los abuelos.

4 comentarios:

  1. No importa el motivo, el simple hecho de juzgar hace que se pierda el respeto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, pero además es que si no te ven ,ni conocen...¡ya es la releche!Mejor me río y sigo a lo mío que la vida no es fácil pero cómo la complicamos "los seres únicos".

      Eliminar
  2. a mi no suelen compararme con nadie... al contrario, ahora comparan a mi hija conmigo.... pero al igual que tú, creo que soy única para lo bueno o para lo malo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mejor,si yo hiciera caso...puff jajajajaja sería una mezcla un tanto extraña y explosiva .Seguro que eres única para bien aunque todos tengamos defectos y cosas que limar.Besos

      Eliminar